Yo
he visto a Dios en el perfume de las flores, en la mirada encantadora de un
niño.
Lo vi en el trinar alegre de las aves, en el abrazo fraterno de un amigo.
Yo he visto a Dios en los rayos luminosos del sol, en la mirada tierna y dulce
de una madre; lo vi en el rostro resignado del que sufre, y en el llanto
penetrante del que nace.
Yo he visto a Dios en la Tierra donde germinan las semillas, en el acero
fulgurante del arado.
Lo vi en la gota palpitante del rocío, y en el corazón de un poeta iluminado.
Yo he visto a Dios en el aire que respiro, en la copa de los árboles frondosos;
Lo vi en la aurora al despuntar un nuevo día, y en el viento que acaricia con
agrado.
Yo he visto a Dios en la inmensidad de Su obra, en las noches claras iluminadas
por la luna.
En las estrellas que irradian su energía, y en el bien que siembra el que
aprende a Amar con alegría.
Yo he visto a Dios en los montes y las rocas, en las lomas pendientes y en los
valles extensos;.
Lo vi en el agua de los ríos y de los mares, y lo encontré en lo profundo de mí
mismo.
Naturópata y Sanador Jesús Mateo
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