CENTRO DE TRABAJO

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domingo, 8 de septiembre de 2013

HERNIA CURADA CON ESTENOSIS SEVERA



      

   SOY CÉSAR BARDES CUELLAR C/ TAMPICO 3  MADRID TEF. 91-7429632 Y 645364616
Estimado Hermano Manuel:
    Siempre tuve la intención de enviar una carta como prueba de mi agradecimiento por todas sus preocupaciones y desvelos ante mi enfermedad.  Mi última consulta con usted fue el 27 de septiembre y, desde entonces, la vida se ha encargado de zarandearme con problemas legales y con una gripe que ma ha dejado con la mente en blanco y las ideas borradas.

   Hoy estoy aquí, delante del ordenador, para dejar testimonio de mi caso y, también, de mi enorme agradecimiento ante todo lo que ha hecho por mí y quiero ser lo más sincero posible para que no haya lugar a equívocos de ningún tipo.

   En el año 2007 comencé a tener intensos dolores de espalda que me afectaban también a la pierna derecha. Como consecuencia de ello, tenía problemas para estar prolongadamente de pie, para andar mas allá de diez minutos, para agacharme, para hacer una vida normal. Naturalmente, como todos habríamos hecho. Fue al médico. Se me hicieron pruebas, resonancias, radiografías y me diagnosticó una espondiloislistesis de grado II (es decir, un deslizamiento de la vértebra de casi un 50%) CON ESTENOSIS SEVERA (  o sea, dicho deslizamiento me apretaba el tubo neural y de ahí el dolor intenso en la pierna) .

   Fui de allí para acá. Hubo dos meses durísimos de rehabilitación en los que la medicina decidió no tocarme nada y limitarse a prescribirme realizar unos ejercicios de cierta dificultad. El resultado es que, cuando salía de la clínica de rehabilitación, me sentía bien pero, al cabo de una hora, el dolor volvía con cierta virulencia.

    Siguiendo consejos médicos, comencé a ir a natación. No había problema. Siempre he sido un buen nadador y no me costaba ningún trabajo seguir  ese consejo. De cuarenta a cincuenta minutos dos veces a la semana. Me sentaba mejor ir a la natación que a la rehabilitación, esa es la verdad.

   Después del periodo obligado del médico rehabilitador a médico diagnosticador, acabé en médico cirujano. Fue muy claro en su exposición: la única solución era operación en la que se me garantizaba entre un 60 y un 70% de éxito y la seguridad de que el problema se me reproduciría en un plazo aproximado de dos años.

    Desesperado y sin saber qué hacer, mi única meta era intentar que el problema no fuera demasiado rápido amas, puesto que era de naturaleza degenerativa.  Me aplique a los ejercicios redoble los esfuerzos de natación.. pero no podía hacer algo tan sencillo como arrodillarme a jugar con mi hijo de cinco años y lloraba en silencio porque no quería que nadie me viera debilitarme poco a poco.

   Mi mujer, por mediación de una compañera ( y ya estamos en el 2009) , me habló de un naturópata sanador, el Hermano Manuel. Ella, con su empuje natural, me  insistió: ¿por qué no probamos, César? No tienes nada que perder”. Yo estaba muy escéptico. Hay mucho farsante entre la naturópatia y la homeopatía y demás profesiones no reconocidas oficialmente y además había una razón más para mi escepticismo: Se hacía llamar Hermano Manuel lo que me hacía sospechar que sería uno de esos farsantes que se esconden tras la religión para que la gente confíe cuando, en realidad, no te hacen nada.

    Así pues, mi mujer me dijo que estaría bien porque podríamos ir a un bonito hotel por la zona. Pasar el fin de semana y así nuestro hijo podría estar un par de días en contacto con la Naturaleza, bañándose en una piscina cubierta. .. Bueno, César ¿Qué puedes perder?

    Allí fuimos el fin de semana del 15 de marzo del 2009. Dejé a mi mujer y a mi hijo en el hotel y fui a la consulta del Hermano Manuel. Mi sorpresa fue enorme cuando me encontré a un hombre afable, de fácil charla, consumado anatomista (con sólo  tocarme en la pierna derecha encontró cuál era el nervio afectado, me hizo un pequeño masaje y me mando unos medicamentos naturales. Me dijo que lo mío era bastante grave y que llevaría algo más de tiempo que una simple hernia discal pero que creía que era posible la curación. Ni una palabra de religión (y no me entiendan mal, soy creyente pero no estoy a favor del que utiliza la fe como la excusa para un negocio que se hunde en la raíces del timo), nada de Dios, nada de “pongámonos en las manos del Creador… simplemente me puse en las manos del Hermano Manuel. Recuerdo que charlamos, mientras me daba el pequeño masaje, de la vértebra que tenía muy hundida (en la zona tomando la medicación. Eso ami no me estorbaba para nada”.afectada es donde más puso sus manos), de los cambios de tiempo que me afeitarían y me dijo con una cordialidad adorable “No dejes de ir a natación y sigue

   De regreso al hotel, tenía una sensación rara. Desde luego, no estaba curado y él me dijo que  durante dos o tres días tendría molestias. Pero dentro de mi cuerpo, lo que yo notaba era como un engranaje que  comienza a funcionar y que las piezas van encajándose con los consiguientes roces y lamentos mecánicos. Me metí en la piscina de invierno con mi hijo bastante optimista y, de repente, me dio un calambre en pierna derecha que me dejó paralizado. Era muy intenso. No había manera de pararlo. Me agarre a la barandilla. Hasta mi hijo se asusto porque estaba blanco de dolor. Fueron como diez minutos en los que no supe cómo parar esa tortura. Y he sido muy deportista y siempre he sabido cómo para los calambres, pero en esta ocasión, sólo pude apretar los dientes y los puños e intentar desviar la atención de ese dolor. A los diez minutos, el dolor pasó y yo me sentí como si me hubieran dado una paliza de tal calibre que, en cuanto cerré los ojos en la cama, me quedé profundamente dormido.

   Aún así, lejos de arredrarme (estaba claro que el Hermano Manuel algo me había hecho aunque no sabía exactamente el qué), volví al mes siguiente dos veces. En una de ellas, tan sólo con sus dedos, parecía que me esta introduciendo unas agujas por la zona de la vértebra afectada. Salí muy mejorado. Le conté lo del calambre y me tranquilizó diciendo que “eso era  muy buena noticia porque era la vértebra que estaba intentando ya colocarse”, Animado, volví  en mayo, y otra vez más en junio. En esta ocasión pareció como que esta muy contento con cómo me encontraba (yo me sentía mucho mejor) y me dijo que volviese en septiembre para una visita más.

    Durante el verano ocurrió algo maravilloso. Fuimos de vacaciones al nacimiento del Río Mundo, en Albacete. Para ver los chorros donde nace el río hay que hacer una pequeña marcha…. Y yo conseguí hacerla. Sin Dolores. Sin quejidos. Sin esfuerzos. Lo hice. Simplemente lo hice. Mi mujer y yo nos pusimos a llorar como niños porque siempre habíamos sido unos locos del senderismo y, naturalmente, la enfermedad no me dejaba andar mucho más allá de diez minutos. La marcha fue corta, de una hora y media,  pero la hice. Dios mío, estoy escribiendo estas lineas y aún así se me saltan las lágrimas. Eso era algo que el año anterior, en el verano del 2008, no hubiera hecho ni queriendo. Hubiese dejado el coche en el parking y mi hijo y mi mujer se hubieran ido solos mientras yo me quedaba fumándome  un cigarrillo en el coche. La hice. Puedo volver a andar. Podía volver a jugar con mi hijo. El Hermano manuel me recomendó andar sin forzar demasiado, pero que no dejara la natación y que, si tenia oportunidad, practicara algo de bicicleta. Lo hice. Seguí sus instrucciones. En todas las visitas. Ni una palabra de religión. Nada. Sólo hablar de sus vacaciones, de las mías, de lo bonito que es Cantabria, de las comidas…..

   Volví el 27 de septiembre para la última visita. Me dijo que me había cogido con un desplazamiento de  la vértebra de casi un 50% y ahora me lo dejaba en menos de un 10 %. Que, si quería, podía hacerme una resonancia y vería cómo estaba colocada. Que me cuidara, eso si, al menos hasta Navidades. Que siguiera con la natación. Yo estaba prácticamente con la voz secuestrada. No podía hablar. Sabía en lo más íntimo de mi corazón que de ue ni hijo era el primer agradecido porque podía hacer cosas con él. Saltar. Jugar. Revolcarnos en el suelo. Reír porque le aplasto en broma. Mi mujer es la segunda más agradecida porque creia que el resto de su vida iba a tener que cargar con una persona que, irremediablemente, tarde o temprano, iba a quedarse muy limitada en movimientos. Y, por supuesto, yo soy el tercero más agradecido porque el Hermano Manuel, con su sencillez, con su interés, con su enegía, con lo que sea que haga con sus manos siempre suaves, hizo que yo pudiera volver a andar con normalidad , que no tuviera que retorcerme de dolor en los días de lluvia, que pudiera recuperar mi cara que hasta los amigos más cercanos decían que me habia cambiado por el dolor continuo. Hermano Manuel, perdone mis dudas, mis faltas, mi defecto básico de pesimismo y de desconfianza. Usted me ha devuelto días de mucha felicidad al lado de los míos. Sé que si tengo otro problema, volveré a usted y me recibirá con esa afabilidad, esa humanidad que desprende mucho más allá que cualquier creencia y que, creo, que es su mayor tesoro. A mí usted, me ha curado  ¿Hay algo mas grande que eso?  Seis visitas para volver a colocar una vértebra. Y, estoy seguro, muchos más pensamientos para ayudar a que esa vértebra ocupara su sitio en mi cuerpo. Gracias a eso, tengo ánimos para afrontar los problemas que me puedan venir. Tengo ilusión para ayudar a mi hijo en lo que necesite. Tengo paciencia para acompañar la vejez de mis propios padres. Antes sólo tenía un dolor que no dejaba pensar.

   Gracias, Hermano Manuel, no sólo por la curación. Sino por sus conversaciones tan fáciles. Por hacerme sentir tan bien sin disfraces que me hubieran hecho desconfiar a la primera de cambio. Por ser un amigo que ha intentan y conseguido que mi vida sea un poco más feliz, un poco más completa, un  poco más plena.
 
   Mi nombre es César Bardés. Soy crítico de cine del periódico “El pueblo de Albacete” y mi teléfono es el 645364616 para quien quiera confirmar este modesto agradecimiento.

   Hermano Manuel, un abrazo de alguien que no puede curar a otros, pero que si puede agradecer, escribir y acompañar. Y tenga por seguro de que usted está siempre dentro de mi pensamiento, que no es sino la forma más modesta de ayudarle en esa agotadora tarea que se impone todos los días de su vida. Mis mejores deseos. Mis mejores felicidades. Mi mejor amistad. Gracias de nuevo y un abrazo muy sincero.

       Existe la firma y Rubrica de este paciente

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