Nota al principio del libro mi hijo Jesús Mateo:
SANADOR, NATURÓPATA Y SICOLOGO
escribe lo siguiente:
Como introducción a estas
páginas, me gustaría testificar que el Hermano Manuel es un ser especial con
unas cualidades extraordinarias y un don muy desarrollado durante las horas
que pasa su consulta. El resto del día es un ser humano como los demás, con
sus deficiencias, pero rayando a la perfección en todo lo que hace y eso es
lo que quiere transmitir a los demás: armonía y paz.
En su momento tuve la gran suerte de elegir a mis padres. El de arriba
me tocó con su mano y me cedió el privilegio de tener un padre terreno tan
especial, que me instruyese, me aleccionara y me educara para luego poder
realizar mi labor lo mejor posible.
Gracias Hermano Manuel por concederme el honor de ser tu hijo y todo
lo que eso lleva consigo. Jesús Mateo Mimbrero Duran
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Manuel repite constantemente "no soy yo el que sana,
sino que es la energía la que conduce a los seres humanos hacia su
curación yo soy sólo un instrumento”. Y sigue diciendo “no me
agradezcan a mí, sino a Dios”. Él está dispuesto a comunicarles a ustedes
esta energía, “no producida por los seres humanos, sino generada por Seres
superiores de Luz para poder ayudar y sanar a los seres humanos”. El
Hermano Manuel siempre dice: “Por favor, no digan nunca que yo los he sanado,
porque ha sido la fe en Dios, la conexión con Dios nuestro
Señor, esta es la onda curativa, la que ustedes han recibido, la que fluye
sobre y a través de su cuerpo”.
Manuel es solamente un pequeño mediador, nada más que
un diminuto transformador. Por medio de él ustedes adquieren la corriente
sanadora y depende de ustedes mismos cómo la reciban. Manuel siempre
con sus palabras sencillas y, que entiende todo el público, da testimonio de
una humildad personal y de un reconocimiento de las Leyes superiores.
Hoy día existen muchos
sanadores que comparten y usan las mismas palabras o parecidas para dar una
aclaración sobre la facultad curativa o sanadora. Todos los que conocen las
Leyes Divinas dicen: No soy yo el que curo, sino la energía que Dios permite
que fluya a través mío, no hacemos ningún milagro, es la energía.
Manuel siente como esa energía fluye como si algo saliera de su cuerpo dirigido
al cuerpo enfermo del paciente. Muchos pacientes visualizan esta energía como
una luz, la perciben a veces como calor y otras como frío y después
inmediatamente se sienten aliviados, reconfortados y con un bienestar
sorprendente.
Después de la
Curación o primera sesión, O SEGUNDA SESIÓN, a veces la persona siente aún mas
fuerte el dolor de la parte enferma, eso se debe las "regulaciones" y
estas reacciones son producidas por la acción de la energía curativa, las
cuales se manifiestan como molestias intensificándose los dolores. A veces la
persona tiene miedo de que sea una recaída, cuando empiezan los dolores reguladores,
algunos piensan mal y manifiestan "en lugar de sanar a la gente la enferma
". Nada más erróneo que este pensamiento, cuando existen esas
molestias. Manuel tranquiliza al enfermo y le dice: “es lo mejor que te puede ocurrir,
esas molestias son muy pasajeras y prueban que la curación se está
manifestando, ten paciencia y soporta esos dolores reguladores cuando lleguen.
No pasa nada malo, sino que tu cuerpo se está curando”
Esas
"regulaciones" se deben a un proceso de limpieza, una reacción que
aparece cuando la corriente curativa empieza a hacer su efecto, a partir de ese
momento Manuel está seguro de que la enfermedad empezará a remitir.
A veces estas "regulaciones" pueden producir: indisposición general,
debilidad, inquietud, diarrea y otras muchas cosas más. Él siempre dice cuando
éstas aparecen que se trata de una buena señal, está claro que ha empezado el
proceso de limpieza del cuerpo y por lo tanto la curación. Tengan un poco de
paciencia y siga mis consejos para llegar a un resultado satisfactorio.
Manuel
pone muy claro esto a sus pacientes y les dice que es totalmente falso creer
que la corriente curativa es un producto de la imaginación o de la
autosugestión. Desde el punto de vista médico, las células nerviosas no se
regeneran, pero es aquí donde se demuestra la acción de la energía curativa,
que obra en el cuerpo de acuerdo a sus propias leyes y que puede curar daños
puramente orgánicos. Debemos tener fe y esperar a que acontezca la sanación ya
que se presentará muy claramente. Muchos de los enfermos que se han curado
dicen a menudo que además de su curación sienten una seguridad interior que no
se puede explicar. Esto es un saber intuitivo y son signos y parte del proceso
de regulación/curación.
El enfermo que
quiera sanarse, tiene que tener en cuenta estas regulaciones pasajeras
manifestadas en dolor, aunque también hay enfermos en los cuales estas
regulaciones no se producen y desde el primer día empieza su mejoría sin ningún
tipo de dolor, pero él advierte que no siempre ocurre igual, cada paciente es
diferente y él los trata de diferente forma. Después del suministro de remedios
a menudo se observa una mejoría importante que perdura sin crisis
reguladoras, pero siempre las regulaciones son la confirmación de que la
curación esta en proceso y que se le puede ayudar al enfermo hasta llegar a la
sanación definitiva.
También la
curación se puede dar sin estas regulaciones dolorosas, poder llegar a las
curaciones sin crisis reguladoras siempre es preferible y da más confianza al
enfermo, pero él aconseja la tranquilidad, la paciencia, no pensar en la
enfermedad y tener la confianza de que con crisis y sin ellas puede darse la
curación en ambos casos.
Al dirigirse a un paciente los Sanadores deben tener las condiciones
adecuadas para despertar en su interior, su alma, transmitiéndole un mensaje de
esperanza, ante el sufrimiento que enfrenta.
No se trata de engañar al semejante que esta pasando por problemas difíciles,
muchas veces incurables, como en el caso de enfermedades terminales. El
mensaje, sutilmente dirigida al alma, muestra que todo esta siendo dado para el
tratamiento, y que tendrá siempre una esperanza que abre un horizonte para la
vida de cada uno. La Medicina espiritual considera al ser humano como un todo,
constituido de cuerpo, mente y espíritu. La acción terapéutica a través de la
palabra debe alcanzar al paciente en su interior, en su yo interno, capaz de
realizar la cura integral de forma consciente.
Tanto la salud
como la enfermedad, son resultados de la acción de los pensamientos. Cuando son
rectos, positivos, generan la salud, la alegría y el bienestar, y cuando son
negativos, como los de odio, envidia, celos, entre otros, causan enfermedad.
Por otra parte, las faltas cometidas en la vida actual y que no fueron
debidamente resarcidas, causan áreas de congestión en la esfera mental,
con producción de toxinas que son liberadas en la corriente sanguínea,
alcanzando diferentes órganos, como el cerebral, las glándulas suprarrenales,
el estómago, el hígado, los intestinos, el sistema circulatorio, y por la
persistencia de la acción, causan diferentes modalidades de sufrimientos,
siendo las manifestaciones iniciales las que ocurren en la esfera psíquica y
emocional, como temores, angustia, ansiedad, depresión, insomnio, y cuyas
acciones más profundas implican al sistema orgánico, próstata, gastritis,
úlcera gastroduodenal, cólicos intestinales, desequilibrio de las glándulas suprarrenales,
páncreas, tiroides, disturbios cardiovasculares, etc. etc. espero no cansarles leyendo esta pequeña parte de mi libro, en cuanto tenga recursos económicos trataré de publicarlo. Hasta otro momento y perdonen mi pesadez de informarles. Manuel
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“De mí os diré que aunque muy poca
cosa he sido, ni soy, cuando la providencia me quiso traer hasta aquí (a Pueblonuevo de Miramontes) para practicar un don que tengo desde hace muchos años, os diré que
siempre le he utilizado exclusivamente para hacer el bien, nunca he abusado de
mi posición para extorsionar, manipular, explotar, o confundir a nadie. Estoy
en mi puesto haciendo mi labor todo lo
bien que puedo como cualquiera puede comprobar. Lo único que me preocupa es mi
salvación y tener un puesto espiritual elevado cuando desencarne y vaya a otra
dimensión. Tan solo a eso aspiro, en ese camino estoy y ese es todo mi anhelo” Manuel.
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Biografía del Hermano Manuel
(en el libro irá la biografía completa)
El
Hermano Manuel, nació en Villagarcía de la Torre , un pueblo de la provincia de Badajoz. Hijo
de padres católicos y excelentes personas pero muy humildes, su padre,
José, (Sierra) fue desde siempre un
hombre querido y recordado en todo el pueblo por su bondad y caridad, virtudes
que practicaba continuamente con todos los vecinos del pueblo a pesar de su
humildad y pobreza. La madre, Josefa, hija de padres hortelanos, fue también
una mujer llena de las mejores cualidades religiosas. Entre ambos educaron a su
hijo Manuel con una religiosidad, que hoy casi podríamos calificar de excesiva,
no permitiéndole nada contrario a las leyes divinas que ellos practicaban. Así,
entre José y Josefa educaron a Manuel en el ejercicio de la humildad y la
convivencia, enseñándole a actuar lo mismo con los demás.
Durante la infancia de Manuel, sin apenas recursos
económicos familiares, el periodo de la Guerra Civil Española y su consecuente posguerra
fueron años muy duros, como lo fueron para tantos y tantos niños españoles. Las
primeras letras las aprendió Manuel en el
hoy ya desaparecido convento de monjas de Villagarcía, las
Religiosas Franciscanas. Aquellas buenas
monjitas sembraron en la tierna mente de Manuel la semilla del amor y una
decidida inclinación por todo lo que fuera religioso, que se convertiría en una
firme fe que perduraría a través del tiempo.
Pese a la estrecha situación familiar, la primera
infancia de Manuel transcurrió relativamente feliz, hasta que falleció una
hermana mayor que él, María de los Ángeles, suceso que quedo gravado de forma
imborrable en su tierna mente. Para un niño de cinco años era muy difícil comprender a sus familiares que le decían que la hermana
se había ido al cielo, cuando el niño, que tanto amaba a su hermana, la quería
en la tierra. La hermana muerta, tres
años mayor que Manuel, era como el hada madrina que protegía al niño de todo
peligro. Con ella se produjo esa mística unión de almas sencillas que, a pesar
de los años que han pasado, perdura en el sensible recuerdo del hoy Hermano
Manuel. Como con tantos otros sucesos que a todos nos acontecen en la vida, y que se marcan trágicamente en nuestra
memoria hasta que los afrontamos, asumimos y superamos, la muerte de la hermana
fue traumática para el pequeño Manuel, quién entonces no comprendía que María
de los Ángeles se hubiese marchado a otra dimensión donde continuar su vida en
espíritu.
Manuel tenía cerca ocho años cuando nació Josefa,
la hermana pequeña. Por aquella época, Manuel fue
al colegio de los frailes franciscanos en el convento de la Merced , situado en la misma
calle donde vivía la familia del niño. Aquellos frailes
vestían un habito marrón y en su cintura tenían un cordón blanco anudado que le
llegaba por debajo de la rodilla, su calzado eran unas sandalias. El hoy
Hermano Manuel, aún recuerda a los frailes: al hermano Francisco que era el
mayor, al hermano Antonio que fue el más importante en su educación y al
hermano, José que parecía mas joven.
En ese colegio existían dos grandes aulas. Una en
el piso bajo que era la que más se usaba, también había un patio donde se hacia
el recreo. En ese patio había un pozo, una puerta por la que se pasaba a la
sacristía del Convento y otra puerta donde se pasaba al huerto de los frailes.
En la parte de arriba existía otra aula que prácticamente no se usaba.
Aquella fue una época bastante feliz para Manuel
que aún la recuerda con cierto cariño. Enfrente del Convento Manuel tenía a una
tía llamada Carmen de parentesco lejano que no tenían hijos. Esta buena mujer
tenia unas gafas de gruesos cristales porque veía poco, y cuantas veces hacía
pasar a Manuel a su casa era para que
comiera. Fue una mujer bondadosa y aunque su
marido trabajaba el campo y cogía buenas cosechas era muy tacaño, aunque no
parece ser que le importara demasiado el que Manuel fuese a su casa a comer.
La tía
Carmen hacía unas matanzas fabulosas donde el chorizo era una delicia y las
morcillas lustre de magro y con los mejores ingredientes nada tenían que ver
con las que se hacen ahora. Raro era el día en que Manuel comía en su casa que
no hubiese cocido, con su carne, su chorizo, su morcilla, sus costillas de
cerdo y sus garbanzos de cosecha propia..
Un auténtico milagro de cocido dada la pobreza familiar de la familia de
Manuel. La buena señora cuando podía y a escondidas de su marido, también
obsequiaba a Manuel con algún que otro kilo de garbanzos y un poco de todo lo
de la matanza para que sus padres pudiesen comer.
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En sucesivos escritos narraré las penurias de mi niñez que fueron muchas y muy deprimentes.
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