Queridos, Hermano Manuel, Jesús Mateo y Luis
Francisco, nada me llena más de alegría que felicitaros en la labor que el
Padre os ha encomendado, pues os entregáis en cuerpo y alma al enfermo que
busca consuelo.
Maravilloso lugar habéis labrado para acoger al
enfermo, lleno de paz y de calma.
Bonito camino lleváis en vuestro corazón.
Reluciente luz os ilumina.
Gran sabiduría os guía.
Con alegría y dedicación al enfermo curáis.
Que en vuestro corazón solo habita el amor.
No hay palabras para expresar lo que puedo sentir en
vuestro hogar.
Que gracias a vosotros volví al camino de la curación,
que la fuerza me disteis para abrir mis ojos, porque difícil me fue aceptar
desde muy joven que yo también era capaz de curar, por miedo y cobardía de lado
lo he tenido años de mi vida, mientras la enfermedad me acechaba, me rodeaba y
me agarraba constantemente, hasta que vosotros me mostrasteis las sendas, una
seguir en el dolor y la enfermedad o la otra, aceptar lo que somos sin
temor. Y con valor ande por la senda acertada buscando mi salvación y en ella
mas hermanos encontré recibiendo de nuevo la bendición de sanar, no sin antes
por ella luchar.
Ejemplo a seguir ustedes son, en cuerpo y alma os
entregáis a quien pide consuelo, un manto dorado sobre ellos volcáis, una dulce
fuerza entregáis, un fuego cálido regaláis que dentro del enfermo penetra para
carne y hueso curar, que sin albergar duda vuestra vida entregáis.
Para delante seguir, llenos de amor, que gran labor
hacéis y mi admiración tenéis, no descanséis ni os relajéis, mirar bien alto,
que grandes sois, valientes, fuertes y queridos.
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