Porque nuestro hombre tiene el corazón
puro. Aun siendo rey, no abusa del poder casi absoluto que le otorgan. Su
Majestad es su propio bufón; nunca teme poner sus propias enseñanzas en tela de
juicio con una buena dosis de humor. Aunque no desecha el homenaje de sus
seguidores, tampoco muestra la menor intención de verse convertido en ídolo.
Desinteresado por excelencia -como he podido comprobar en tantas ocasiones-,
Manuel sigue siendo, a mi modo de ver, crucialmente lúcido, consciente, tanto
de sus poderes como de sus limitaciones. Él ha tenido la suerte de acercarse a
verdaderos maestros y, sin embargo, no por eso se limita a ser Sanador en el
sentido estricto y noble de la palabra; él es más bien un benefactor de la
humanidad.
manorex1
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