Biografía del Hermano Manuel
El
Hermano Manuel, nació en Villagarcía de la Torre , un pueblo de la provincia de Badajoz. Hijo
de padres católicos y excelentes personas pero muy humildes, su padre,
José, (Sierra) fue desde siempre un
hombre querido y recordado en todo el pueblo por su bondad y caridad, virtudes
que practicaba continuamente con todos los vecinos del pueblo a pesar de su
humildad y pobreza. La madre, Josefa, hija de padres hortelanos, fue también
una mujer llena de las mejores cualidades religiosas. Entre ambos educaron a su
hijo Manuel con una religiosidad, que hoy casi podríamos calificar de excesiva,
no permitiéndole nada contrario a las leyes divinas que ellos practicaban. Así,
entre José y Josefa educaron a Manuel en el ejercicio de la humildad y la
convivencia, enseñándole a actuar lo mismo con los demás.
Durante la infancia de Manuel, sin apenas recursos
económicos familiares, el periodo de la Guerra Civil Española y su consecuente posguerra
fueron años muy duros, como lo fueron para tantos y tantos niños españoles. Las
primeras letras las aprendió Manuel en el
hoy ya desaparecido convento de monjas de Villagarcía, las
Religiosas Franciscanas. Aquellas buenas
monjitas sembraron en la tierna mente de Manuel la semilla del amor y una
decidida inclinación por todo lo que fuera religioso, que se convertiría en una
firme fe que perduraría a través del tiempo.
Pese a la estrecha situación familiar, la primera
infancia de Manuel transcurrió relativamente feliz, hasta que falleció una
hermana mayor que él, María de los Ángeles, suceso quedo gravado de forma
imborrable en su tierna mente. Para un niño de cinco años era muy difícil comprender a sus familiares que le decían que la hermana
se había ido al cielo, cuando el niño, que tanto amaba a su hermana, la quería
en la tierra. La hermana muerta, tres
años mayor que Manuel, era como el hada madrina que protegía al niño de todo
peligro. Con ella se produjo esa mística unión de almas sencillas que, a pesar
de los años que han pasado, perdura en el sensible recuerdo del hoy Hermano
Manuel. Como con tantos otros sucesos que a todos nos acontecen en la vida, y que se marcan trágicamente en nuestra
memoria hasta que los afrontamos, asumimos y superamos, la muerte de la hermana
fue traumática para el pequeño Manuel, quién entonces no comprendía que María
de los Ángeles se hubiese marchado a otra dimensión donde continuar su vida en
espíritu.
Manuel tenía cerca ocho años cuando nació Josefa,
la hermana pequeña. Por aquella época, Manuel fue
al colegio de los frailes franciscanos en el convento de la Merced , situado en la misma
calle donde vivía la familia del niño. Aquellos frailes
vestían un habito marrón y en su cintura tenían un cordón blanco anudado que le
llegaba por debajo de la rodilla, su calzado eran unas sandalias. El hoy
Hermano Manuel, aún recuerda a los frailes: al hermano Francisco que era el
mayor, al hermano Antonio que fue el más importante en su educación y al
hermano, José que parecía mas joven.
En ese colegio existían dos grandes aulas. Una en
el piso bajo que era la que más se usaba, también había un patio donde se hacia
el recreo. En ese patio había un pozo, una puerta por la que se pasaba a la
sacristía del Convento y otra puerta donde se pasaba al huerto de los frailes.
En la parte de arriba existía otra aula que prácticamente no se usaba.
Aquella fue una época bastante feliz para Manuel
que aún la recuerda con cierto cariño. Enfrente del Convento Manuel tenía a una
tía llamada Carmen de parentesco lejano que no tenían hijos. Esta buena mujer
tenia unas gafas de gruesos cristales porque veía poco, y cuantas veces hacía
pasar a Manuel a su casa era para que
comiera. Fue una mujer bondadosa y aunque su
marido trabajaba el campo y cogía buenas cosechas era muy tacaño, aunque no
parece ser que le importara demasiado el que Manuel fuese a su casa a comer.
La tía
Carmen hacía unas matanzas fabulosas donde el chorizo era una delicia y las
morcillas lustre de magro y con los mejores ingredientes nada tenían que ver
con las que se hacen ahora. Raro era el día en que Manuel comía en su casa que
no hubiese cocido, con su carne, su chorizo, su morcilla, sus costillas de
cerdo y sus garbanzos de cosecha propia..
Un auténtico milagro de cocido dada la pobreza familiar de la familia de
Manuel. La buena señora cuando podía y a escondidas de su marido, también
obsequiaba a Manuel con algún que otro kilo de garbanzos y un poco de todo lo
de la matanza para que sus padres pudiesen comer.
De su niñez recuerda con cariño y respeto a sus
tíos lejanos, Emilio (El Rubio) y su esposa Manuela, siempre trataron a Manuel
con cariño y Amor desinteresado, acojiendolo como si se tratara de un hijo mas
de los muchos que tuvieron y que ahora están repartidos por la Geografía Española ,
de su tía Manuela guarda unos gratos recuerdos por su sencillez, bondad,
limpieza de Espíritu, su caridad, buena madre, buena esposa y una mujer sincera,
tenia unos ojos tan dulces que con solo estar a su lado se sentían todas las
personas felices y protegidas..
No puede dejar de hacer mención a sus tíos carnales Manuel (Tapia) y a su tía
Milagros hermana de la madre de Manuel, (hoy ya desencarnados) siempre fueron
el apoyo en la niñez y juventud de este Sanador, fueron sus tíos, sus amigos,
sus consejeros y hasta protectores de la débil estabilidad que en muchos
momentos atravesó en la vida el Hermano
Manuel.
De aquella etapa de su niñez, al hermano Manuel
siempre le quedaría el grato recuerdo de su amigo Diego, quién siempre lo
protegió, tal vez porque lo encontraba más débil y indefenso que el resto de
los niños. Aquella amistad sincera nunca se extinguió en el transcurso de los
años, aun perdura, solo les separa la distancia ya que Diego Blanco-Morales
Martín fijo su residencia y vive actualmente en
Andalucía, en la ciudad de Sevilla.
En el convento, el hermano Antonio iniciaría a
Manuel en el conocimiento de la religión, instrucción que el niño aceptaba
satisfecho, hasta que los franciscanos se marcharon del pueblo. Después. Manuel asistió a la escuela publica
de don Antonio, a quién en el pueblo llamaba
”el carretero” como apodo por la costumbre que el buen maestro tenía de
pasear por la carretera. De aquella escuela, el hermano Manuel recuerda el amor
de don Antonio por la caligrafía de un texto bien escrito y que fue donde se
preparó para la primera comunión, uno de los días más felices de su vida.
En un mundo de penuria económica y de escasez en
el trabajo de jornalero del campo de su padre, Manuel comenzó a trabajar como
aprendiz o meritorio en el Ayuntamiento de su pueblo, Villagarcía de la Torre , cuando entró como
alcalde un tío suyo, Alfonso “el del molino”,
primo hermano de su padre. También por aquella época Manuel quiso ser
sacerdote, aprovechando una de las dos becas que donaba un rico terrateniente
de Llerena, pueblo próximo a
Villagarcía, para el seminario de Badajoz. Dada la inclinación religiosa de
Manuel, al no conseguir ninguna de las dos becas para ir al seminario, entró
como monaguillo del párroco del pueblo, don Alfredo Viera Figueredo.
El párroco resultó ser un sacerdote muy cumplidor
y esforzado en su trabajo ya que los domingos decía su primera misa a las cinco
de la mañana para que los segadores pudiesen oírla antes de marchar al campo.
Además de monaguillo ejemplar, Manuel
estuvo diciendo el rosario en el Convento de la Merced por las tardes
durante una época y luego leía para los demás un capítulo de las “Apariciones
de la Virgen
de Fátima” pese a la timidez que le producía tener que hablar en público.
Su vida cambia de rumbo cuando su padre sin
trabajo y sin dinero, tuvo que vender su casa en dieciséis mil pesetas para
marcharse a Badajoz capital para buscar trabajo. Manuel tuvo que dejar su puesto en el
Ayuntamiento, alejarse de sus amigos de la niñez, y perder de vista al pueblo
que lo vio nacer.
En Badajoz, Manuel sigue haciendo sus oraciones y
practicando lo que él llama la
Ley Divina y hace trabajos diversos repartidor de leche de la Granja Céspedes ,
aprendiz de zapatero y también jornalero del campo. Trabaja como Mecanógrafo en
una Academia y tambien de Camarero en el bar “La Mezquita ” y de camarero en el bar “Córdoba” que
estaba en la calle de Calatrava (calle que bajaba hacia S. Andrés) cuyo local
llega a regentar.
Por esas fechas conoció a la que habría de ser el
gran amor de su vida y todavía su esposa, Matilde Duran Gamero. Aquella joven,
que cautiva a Manuel por su sencillez y belleza espiritual, tenía una
cualidades innatas como médium si bien no las practica más que en contadas
ocasiones.
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