Estimado lector:
Ahora que está delante del ordenador, leyendo, cierre un momento los ojos e imagine lo que sería su vida a partir de ahora si no pudiera ver nunca más.
Los ojos son un increíble ingenio “tecnológico” natural, con una estructura muy compleja y delicada, que dotan al ser humano de uno de los sentidos más útiles y maravillosos: la vista. Nos permiten disfrutar de paisajes, puestas de sol, obras de arte, momentos de lectura, de los rostros y gestos de otras personas, y están directamente relacionados con la calidad de vida y la autonomía personal.
Tienen un ingente trabajo diario. Los ojos funcionan desde que los abrimos al despertarnos hasta que los cerramos para dormir, recogiendo infinidad de información: luz, colores, movimiento… procesándola y enviándosela al cerebro.
Los ojos son un increíble ingenio “tecnológico” natural, con una estructura muy compleja y delicada, que dotan al ser humano de uno de los sentidos más útiles y maravillosos: la vista. Nos permiten disfrutar de paisajes, puestas de sol, obras de arte, momentos de lectura, de los rostros y gestos de otras personas, y están directamente relacionados con la calidad de vida y la autonomía personal.
Tienen un ingente trabajo diario. Los ojos funcionan desde que los abrimos al despertarnos hasta que los cerramos para dormir, recogiendo infinidad de información: luz, colores, movimiento… procesándola y enviándosela al cerebro.
El cristalino es la lentilla del ojo. Recoge la luz y la concentra sobre la retina, en un punto muy sensible llamado mácula. La retina tapiza la parte más interna del ojo en casi toda su superficie y es nuestro “traductor simultáneo” para entender el mundo que nos rodea. Alberga millones de células sensibles a la luz, que se ocupan de transformar las señales luminosas que recibe a través del cristalino en señales eléctricas que el cerebro pueda entender.
Imagine a lo que se enfrentan sus ojos día tras día, mes tras mes, año tras año... Su gran enemigo son los radicales libres, de una actividad altamente destructiva para las células.
Los radicales libres son moléculas muy inestables porque perdieron un electrón, así que su misión es “robar” el electrón que les falta de las moléculas que están a su alrededor. Para ello toman electrones de los lípidos y proteínas de la membrana celular, que al ser dañada, ya no puede cumplir bien sus funciones, y en el interior de la célula atacan al material genético. Y lo peor es que la molécula atacada, a la que ahora le falta también el electrón que le han “robado”, se convierte a su vez también en un radical libre y se pone a atacar a otras, provocando una reacción en cadena.
El simple hecho de comer o de respirar genera radicales libres. También el sol, el tabaco, los medicamentos, los contaminantes del aire, los rayos X, los pesticidas…
Al cabo de los años se pueden producir lesiones oxidativas irreversibles (en la piel, en los órganos y también, cómo no, en los ojos), y con ellas aparecen las enfermedades.
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