El principio que todo lo impregna está presente en nuestro centro de la cabeza. Cuando continuamos venerando ese principio y permanecemos en alineamiento con AQUELLO, poco a poco nos perdemos a nosotros mismos y solamente AQUELLO permanece. La práctica del Yoga es alinear la mente con la luz en nosotros. AQUEL principio puede llamarse cualquier nombre, Maestro, Baba, Swami, Brahman, Param, Vishnu, Shivam, etc., pero todos son esencialmente uno. Cuando seguimos alineándonos con la luz en nosotros, lo que ocurre es que la luz, siendo tan intensa, nos impregna y nos llenamos de ella y finalmente solo ella permanece. Es como cuando una persona llega a conocer muy de cerca a otra persona con algunas cualidades muy fuertes; las cualidades de la última las gana la primera. El Señor está presente en nuestro centro de la cabeza y nosotros nos sentamos en el centro del corazón adorándole y esperando que descienda y nos lleve. Uno debe esperar que la divinidad llegue. Incluso puede llegar un Maestro y llevaros. Deberíamos continuar orando y esperar pacientemente hasta que Él llegue.
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