El Arte de ser consciente del cuerpo interno se va a desarrollar hasta
dar paso a una nueva forma de vivir, a un estado de conexión permanente con el
Ser, y añadirá una profundidad a tu vida que no has conocido antes.
Resulta fácil estar presente y ser el
observador de la mente cuando se está profundamente arraigado en el cuerpo.
Pase lo que pase fuera, ya nada puede hacerte temblar.
A menos que estés presente, seguirás
estando controlado por la mente. El guión mental que aprendiste hace mucho
tiempo, tu condicionamiento mental, dictará tu pensamiento y tu conducta. Puede
que te sientas libre de él durante breves intervalos, pero no serán muy
prolongados. Esto es especialmente cierto cuando algo “va mal” cuando se
produce una pérdida o un disgusto. Entonces tu reacción condicionada será
involuntaria, automática y predecible, alimentada por el miedo, que es la
emoción básica subyacente al estado de conciencia de identificación con la mente.
Así cuando se presenten esos desafíos, y
siempre acaban por presentarse créate el
hábito de entrar inmediatamente en tu interior y de centrarte en el campo
energético de tu cuerpo. Esto no requiere mucho tiempo, apenas unos segundos.
Pero tienes que hacerlo en cuanto se presenta el desafío. Cualquier retraso permitirá que la reacción
condicionada, emocional o mental, surja y se apodere de ti. Cuando te orientas
hacia dentro y sientes el cuerpo interno, recobras inmediatamente la serenidad
y la presencia, porque retiras atención a tu mente. Si esa situación requiere
una repuesta, surgirá de un nivel más profundo. Así como el sol es
infinitamente más brillante que la luz de una vela, hay infinitamente más
inteligencia en el Ser que en tu mente.
Mientras te mantienes en contacto consciente con tu cuerpo interno, eres
como un árbol profundamente enraizado en la tierra, o un edificio con unos sólidos y hondos cimientos.
Esta última analogía fue empleado por Jesús de Nazaret en la parábola, generalmente
mal interpretada, por los dos hombres que construían una casa. Uno de los
hombres construye sobre la arena, sin cimientos, y cuando llegan la tormenta y
la inundación su casa es barrida por las aguas. El otro hombre cava
profundamente hasta llegar a la roca, y después construye su casa, que no es
arrastrada por la inundación.
En un organismo plenamente funcional, la
emoción tiene una vida breve. Es como una onda u ola momentánea que se extiende
por la superficie de tu Ser. Pero cuando no es así, la emoción puede sobrevivir
dentro de ti durante días y semanas, o unirse a otras emociones de frecuencia
similar y convertirse en el cuerpo-dolor, un parásito que puede vivir dentro de
ti durante años, alimentándose de tu energía. Produciéndote enfermedades
físicas y dándote una vida miserable.
Por lo tanto, dedica tu atención a sentir
la emoción y comprueba si tu mente se esta aferrando a algún patrón de dolor
–culpabilidad, auto conmiseración o resentimiento- para alimentarla y cambia
inmediatamente.
Practícalo y tu mismo te darás cuenta de esta realidad.
P a z y a
m o r
hermano Manuel.
4/12/2007
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